sábado, 29 de mayo de 2010

De McEnroe a Verdasco

A veces el espíritu deportivo se mezcla con el comportamiento humano y nos da bonitas, bochornosas y graciosas estampas que nos recuerdan que el deportista también es humano. El tenista es el gentleman de los deportistas y su deporte un ejemplo de educación en las silenciosas gradas. Aún así, el juego de la raqueta también enciende mechas.

No hace mucho Fernando Verdasco se enfrentaba con toda Francia en una pista de tierra batida. El enfado comenzó con una tanda de errores del español que acortaba su ventaja ante Gasquet en la final de Niza. El madrileño no daba crédito a lo que pasaba y retroalimentó su mosqueo hasta encontrar al culpable: Gasquet, el francés. Luego llegó la asociación de ideas: un francés, como francés era el público. Público francés como el que maltrata a Nadal en Roland Garros...



No es la primera vez que uno de los miembros de la Armada Española pierde la cabeza. David Ferrer también pagó sus errores con el árbitro -el árbitra, la árbitro- en el Us Open de 2008. En esos momentos de calentón uno suelta por la boca todo menos lindeces. A veces las piensas, a veces no, pero las sueltas y después de una ducha te arrepientes. Quizás le habían roto el corazón y de ahí su rebote injustificado con la juez -la jueza-.



Y cuando hablamos de cabreos delirantes en el deporte hay un rey indudable. John McEnroe -John "malavirgen" McEnroe que dirían Reyes, Sevilla y compañía-. Una leyenda del tenis más recordado por su furia y esa cinta que llevaba en la frente que por su juego. No quisiera yo arbitrar un partido de señores como éste: con el chandal de deportista, la libreta de periodista o el silbato de árbitra, yo también me descontrolo.



PD: Unifíquense las teorías sobre géneros, por favor.

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