martes, 6 de abril de 2010

Cuando Chaplin se puso las botas

Con una pierna seis centímetros más pequeña que la otra y torcidas las dos, como su columna. Así llegó Manuel Francisco Dos Santos al mundo de las favelas en un pequeño pueblo cercano a Río de Janeiro el 28 de octubre de 1933. Nació, como muchos brasileños, en una familia grande y pobre. Su padre no se hacía cargo de él ni de sus muchos hermanos y “Manel” fue criado por una de sus hermanas.
Tan mala pinta tenía Manel que en su casa le empezaron a llamar Garrincha, como un ave de la región fea y atontada, y es con ese sobrenombre con el que le conocemos hoy. Empezó a trabajar temprano en una empresa de textiles. Allí se interesó por el fútbol. Con un físico como el suyo lo normal eran las negativas de los equipos. Tampoco ayudaba su cabeza; cuentan que le echaron de un equipo por olvidarse de las botas. Pero Garrincha hizo como Dumbo con sus orejas y de su mayor defecto sacó su mejor virtud: los defensas caían al suelo al creerse los amagos de esas piernas confundidas.
El Botafogo fue el primer equipo profesional que confió en el pájaro de las piernas torcidas. Allí permaneció de 1956 a 1964, ganó tres títulos y se erigió también como uno de los futbolistas brasileños más necesarios para una selección que había sufrido su gran derrota –el maracanazo- en el Mundial de 1950.
No lo tuvo fácil para vestir la canarinha. El psicólogo de la selección creía que era débil mentalmente para jugar a tan alto nivel y el resultado del psicotécnico que le hicieron lo confirmaba. Sin embargo su juego decía lo contrario y entró en el equipo.
Tanto él como Pelé se despojaron del carnet de suplentes en el mundial y se hicieron imprescindibles en un conjunto que contaba con Didí, Vavá y Mario Zagallo entre sus filas. Brasil ganó todos los partidos que estas dos nuevas sensaciones compartieron con la camiseta verde- amarelha y consiguió el Mundial de Suecia de 1958. El cojo se proclamó mejor extremo derecha del mundo.
Garrincha no era el deportista modelo que representaba Pelé: fumaba desde los 10 años y en las concentraciones rellenaba los refrescos de alcohol y se escapaba por la ventana en busca de mujeres. Aún así el país se enamoró del carioca. Se ganó los apodos de “la alegría del pueblo” o “el Charles Chaplin del fútbol” por sus movimientos en el campo. Él fue el primero en arrancar un olé en un estadio. Podía romper caderas con sus regates y provocaba la risa del público cuando toreaba a sus adversarios. A las mujeres también las provocaba, el resultado: 14 hijos reconocidos, uno sueco.
En 1962, se vistió de nuevo de amarillo en el Mundial de Chile. El favorito de los brasileños, Pelé, se lesionó al comenzar la competición. No echaron de menos al astro; en su lugar reapareció Garrincha, la noche del día que era Pelé para sus compatriotas. Brasil repitió gloria y Mané fue nombrado máximo goleador y mejor jugador del torneo.

La derrota en la primera fase de Inglaterra 66 con su selección, sus molestias en las rodillas y la sensación de poco reconocimiento en comparación al que recibía Pelé mermaron a Garrincha. El Botafogo le explotó hasta que uno de sus meniscos dijo “basta”. Entonces Mané dio tumbos por varios equipos para finalmente retirarse en un club pequeño.
Después volvió al pasado: a las favelas y al mundo en el que era un incapacitado. Con 49 años no encontró salida a esas adversidades que no le frenaron cuando era un crío. Le faltaba su razón de ser: el fútbol, y sin él vació su vida en botellas de alcohol. El 20 de enero de 1983 su jaula se cerró para siempre víctima del alcoholismo.
Río de Janeiro se convulsionó con la noticia de su muerte. Las calles se llenaron y no era Carnaval. Había brasileños incluso en las copas de los árboles para ver pasar el camión que llevaba su cuerpo. La gente abandonaba sus coches en medio de la carretera para llegar al estadio Maracaná y despedir a aquel que les había regalado todo su buen humor en cada regate.
Lo último que hizo Garrincha en ese camión fue volar de Maracaná a Pau Grande, donde descansa tan solo como en los últimos días de su vida. Un epitafio en una piedra intenta que no se olvide que Manuel Francisco Dos Santos fue “la alegría del pueblo”, pueblo que hoy abandona su sepultura.
(Video: Fiebre Maldini)

2 comentarios:

  1. Se agradece de vez en cuando apartarse de los grandes números y las estadísticas para recordar que, aunque grandes deportistas, todas esa gente en pantalón corto que corren tras el balón siempre fueron de carne y hueso.

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  2. Sï, aunque los hay que parecen de otro mundo como Messi.. pero al final muchos acaban como Garrincha
    En este enlace, historias de deportistas míticos con historias increíbles:
    http://www.masterperiodismoces.com/internas/index_noticias.php?idSeccion=87&idM=1&idG=6

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