Anoche, en el descanso del tercer partido de las finales de la NBA estaba convencida de que los Lakers sólo eran capaces de ganar a los Celtics cuando los de verde jugaban mal. Después de que el equipo angelino perdiera una cómoda diferencia en el segundo cuarto me convencí todavía más. El final del partidazo entre Boston-Los Angeles cambió mis esquemas.
En la primera parte el equipo bostoniano parecía una banda, un equipo 'de patio de colegio'. Dos de sus grandes estrellas, Ray Allen y Paul Pierce -que al final espabiló aunque tuvo muy mal atino con las faltas- no habían aportado en el marcador.
El comienzo de la segunda parte sentó bien a los del trébol, sobre todo a jugadores de banquillo como Glen Davis, Tony Allen o Rasheed Wallace. Sus ganas por vencer en el TD Garden y poner más difícil la vuelta de la serie a L.A nos regalaron los 5 últimos minutos dignos de un encuentro entre las dos míticas franquicias.
Rajon Rondo mostró otra vez el buen jugador que es, acortando distancias en el marcador cuando sus compañeros estaban todavía dormidos. Y Kevin Garnett respondió a las desacertadas declaraciones de Pau Gasol con buenos números. Aún así, sus peticiones de descanso en un partido tan importante nos muestran que su condición física no es la óptima, pero se llevó el duelo de calle e hizo pequeñito al español que sólo destacó por sus rebotes y una canasta importante a falta de dos minutos. Por suerte, el compañero de Pau, Andrew Bynum, sí estuvo grande.
Con un Kobe Bryant otra vez descentrado tanto en la defensa, donde era incapaz de saltar a las ayudas, como en el ataque, con tiros en el primer segundo de la posesión -y descentrado para él son 29 puntos al final del partido-, apareció el capitán del equipo angelino. Derek Fisher, sí, ese jugador de treinta y tantos castigado a aguantar cómo se habla de su necesario sustituto.
Fisher no fue el máximo anotador, sin embargo, sus 16 puntos sí marcaron la diferencia y nos regaló espectáculo en muchas de sus acciones ofensivas. Ni qué decir tiene que su defensa también fue fundamental: el mejor de la noche anterior, Ray Allen, se fue a casa abochornado con sólo dos tiros libres anotados y una casilla en triples sin estrenar un partido después de conseguir el récord de una final de la NBA desde esa distancia.
Muy bien explicado tocaya!!!
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